martes, 15 de julio de 2008

Sinceridad y literatura

Para muchas personas escribir es algo complejísimo. Y digo, hay que decirlo, tiene su mérito; es necesario primero tener las suficientes palabras y luego saber usarlas para trasmitir lo que quieres decir. De hecho es muy general y obvio lo que estoy diciendo. Pero hoy que escribía una carta caí en cuenta de lo que, al menos para mí, significa escribir: escribir se trata de ser sinceros. Como una cebolla a la que le vas quitando las capas, empiezas dibujando un cuadro pero terminas dibujando al pincel y a su pintor y a tí mismo como pintor extradiegético. Se trata de decir lo que no dirías, de salirte de tí mismo para observarte, de ignorar lo obvio para dejar vertir todo el sentido en un pequeño detalle que de otra forma se ignoraría.
Y no creo que ésta sea mi forma de escribir, creo que en general es la forma en que un texto se vuelve valioso, porque la sinceridad, contrario a lo que creeríamos, es todo menos cotidiana, porque la gente vive sobre estructuras montadas, repitiendo formas de las que no puede salir, y no puede ver más allá de lo obvio y no es capaz de pronunciar una palabra sincera. Por eso cuando el escritor lo hace a todos nos quita el aliento, porque parece que nos deja por un segundo sin ropa después de haber nacido vestidos.

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