Toda formación distorsiona un poco, a su manera, la apreciación del mundo de quien se somete a ella.
Esbocemos algunos ejemplos, esteoripando un poco, por supuesto:
Los filósofos:
Suelen ser escépticos radicales. Su reflexión parte siempre de la duda o del cuestionamiento. Eso los hace candidatos ideales para discusiones en general. Gustan de decir opiniones, pero sobretodo, de rebatir las ajenas. Son amantes además, de los pies de página. Es decir, de aclaraciones colaterales, datos cultos y explicaciones extras a lo que están diciendo.
Los psicólogos:
Su mirada al mundo, y sobretodo a los otros, va a ser siempre a partir de la patología. Todos somos histéricos o neuróticos u obsesivos. Son además, hipocondriácos, porque aplican esas mismas categorías para sí mismos. Suelen ser personas de juicios contundentes y suelen ser muy autocríticos.
Los actores:
Sencillo y casi evidente: dramaturgos innatos. Sienten goce como pocos por el protagonismo y en general su vida tiene siempre un toque de ficción. Son los clásicos que cuando convives con ellos ya no sabes qué de lo que están diciendo es verdad o es mentira.
Los administradores de empresas:
Tienen una lectura del mundo práctica y generalmente basada en el capital. Para ellos las relaciones humanas son relaciones de poder. Todo se basa en quien es el jefe y quien es el subordinado.
Los abogados:
Gustan de discutir, pero más que de discutir, de ganar las discusiones. Es decir, habitualmente privilegiaran el poder sobre la verdad, y el poder es falacia, elocuencia, pero algo más: apariencia. Por eso visten de traje, porque todo se trata de vender una idea o una verdad.
Y ya me cansé, ja, pero están invitados a ayudarme con la clasificación.
Esbocemos algunos ejemplos, esteoripando un poco, por supuesto:
Los filósofos:
Suelen ser escépticos radicales. Su reflexión parte siempre de la duda o del cuestionamiento. Eso los hace candidatos ideales para discusiones en general. Gustan de decir opiniones, pero sobretodo, de rebatir las ajenas. Son amantes además, de los pies de página. Es decir, de aclaraciones colaterales, datos cultos y explicaciones extras a lo que están diciendo.
Los psicólogos:
Su mirada al mundo, y sobretodo a los otros, va a ser siempre a partir de la patología. Todos somos histéricos o neuróticos u obsesivos. Son además, hipocondriácos, porque aplican esas mismas categorías para sí mismos. Suelen ser personas de juicios contundentes y suelen ser muy autocríticos.
Los actores:
Sencillo y casi evidente: dramaturgos innatos. Sienten goce como pocos por el protagonismo y en general su vida tiene siempre un toque de ficción. Son los clásicos que cuando convives con ellos ya no sabes qué de lo que están diciendo es verdad o es mentira.
Los administradores de empresas:
Tienen una lectura del mundo práctica y generalmente basada en el capital. Para ellos las relaciones humanas son relaciones de poder. Todo se basa en quien es el jefe y quien es el subordinado.
Los abogados:
Gustan de discutir, pero más que de discutir, de ganar las discusiones. Es decir, habitualmente privilegiaran el poder sobre la verdad, y el poder es falacia, elocuencia, pero algo más: apariencia. Por eso visten de traje, porque todo se trata de vender una idea o una verdad.
Y ya me cansé, ja, pero están invitados a ayudarme con la clasificación.
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