domingo, 6 de enero de 2008

De personas ordinarias y extraordinarias.

Raskolnikov, personaje de Crimen y Castigo, hace una distinción entre las personas ordinarias y las extraordinarias.
La primera categoría es siempre dueña del presente; la segunda es dueña del futuro. Los de la primera protegen el mundo y multiplican el número de sus congéneres; los segundos empujan al mundo y lo guían hacia su meta. Y es por ello que estos últimos son destructores, pues se inclinan a la destrucción de lo presente en nombre de algo mejor.
Es claro que en esta clasificación subyacen la ideas ilustradas de la razón como emancipadora y el aquel optimismo radical propio de la época y etcétera, etcétera. Pero dejando eso a un lado, hay que reconocer que es muy atractivo aquello de las personas extraordinarias, en dos aspectos:
Primero, como dueños del futuro. No porque lo vayan a salvar, sino sólo porque en todo caso el lugar de sus ideas no está entre sus contemporáneos. Un genio no puede compartir sus teórias a su vecino y pocos buenos escritores son reconocidos en vida. Y quien pasa por eso tiene que vivir la angustia, la angustia de estar fuera de tiempo, de no atraer el interés del populo o de vivir en la miseria. Y sin embargo, es una angustia que, a mi parecer, se vive voluntariamente, porque el goce del propio delirio y el conocimiento de su exclusividad bien lo valen.
Segundo, el hecho de ser destructivos. Yo soy de las personas que sienten placer por saber que sus autores favoritos estuvieron en hospitales psiquiátricos o terminaron suicidándose o matando a la esposa. Me parece fascinante el frenesí del artista o el filósofo. Y sin embargo, hemos de decirlo también, eso no siempre lleva a alguna parte. Es decir, no es construir un futuro, no necesariamente, sino sólo es el incontrolable llamado interno, la necesidad de proclamarse como individuos a toda costa y al final del día, de destruir.
Y con todo y todo, como nos sentimos identificados, como queremos pertencer al grupo, ser extraordinarios.

1 comentario:

LSz. dijo...

Sí,de proclamarse con individuo. Emerger y repetir la consigna del buen Rosseau, darse la posibilidad de ser. Aunque ese yo, sea Autre. Jo