viernes, 14 de septiembre de 2007

Sueños

Contaré dos sueños sobre la misma persona. Debí de haberlos escrito antes, porque ya no los recuerdo tan bien, pero no importa, porque lo importante de ellos está en sentido que se les puede dar o la emoción que me dejaron y no el sueño en sí y por sí.

Sueño 1
Hay una fiesta con un viejo grupo y voy. Yo no soy ellos y me siento mal por eso, porque yo no he sido los otros con la excusa de que yo era ellos y ahora soy nadie. Estoy triste y me siento desadaptado. Me siento también encerrada en mí y en lo que temo ser. Lloro mucho, estoy muy alterada y camino huyendo de la gente a la orilla del mar (estamos en la playa). Se acerca aquel chico a consolarme. Hablamos de por qué no hemos hablado durante estos dos años y los dos concordamos en que fue lo mejor y al concordar recaemos en la dinámica de antaño: somos cercanos y unidos, y no hay dato del mundo (como no habernos llevado durante dos años) que refute esa tesis. Hablamos y me consuela. Me siento comprendida y escuchada. Se convierte de nuevo en mi Diablo Guardían. Él está de cunclillas de mi lado derecho. Yo estoy sentada mojándome con las olas que vienen y van.
Lo revelador fue lo acogida que me sentí al despertar. Esa emoción, esa emoción que él provocaba en mí, ese ideal que hacía que todo valiera la pena, renacido por un segundo solamente pero real.
Este sueño fue el que me inspiró para escribir marchitaciones. Pero marchitaciones no sólo trata sobre él sino también sobre él (bis). Porque él, el chico de la playa, tiene su doble en alguien de mi presente, y cuando sueño con uno es como soñar con el otro y cuando caigo en uno es como caer en el otro, es como un dolor profundo que esclaviza y que se sostiene sólo en el sueño de que un sueño como aquél es verosímil y de que ellos pueden ser amorosos y desinteresados, cosa falsa.

Sueño 2.
Este es del miércoles o el jueves. Me reencuentro con el chico de la playa. Por Internet, creo, y me invita a ir a su casa. Pero en su invitación yo sé que él no está siendo bueno, creo que hasta grosero y mamón es. De todas formas voy. Su cuarto es de colores vivos, yo siempre lo he relacionado con los colores vivos: azul rey, rojo auto. Cuerpeamos. (Es fuerte desde la palabra, tan propia del tiempo: cuerpeamos) Creo que desde el principio la invitación era para eso. Cuerpeamos y luego yo me voy y cuerpeo con más gente, con tres o cuatro. En algún momento estoy haciendo un recuento de las personas con que he cuerpeado y él se me olvida (jeje un acto fallido en un sueño, doble mecanismo psíquico inconsciente, qué duro). Y él me reclama o sólo me vuelve a invitar a cuerpear y yo me doy cuenta del absurdo de todo y lo veo por primera vez como un desconocido y como un imbécil. Y me doy cuenta de que ya no hay más, de que todo ha acabado.
Lo fuerte es haberlo soñado, porque pensado desde siempre. Como que soñarlo es internalizarlo. Y en este caso sí se trata enteramente del él (bis) y no de él aunque haya sido su cara y su cuarto y sus colores. Es sólo un cansancio y un absurdo. Es sólo una lápida y juro que esta vez tiene nombre.