Hay cosas que me gustaría se marchitaran, hay cosas que en mis momentos de salud, de cordura y sensatez digo: ¡que se marchiten, por amor de dios, que se marchiten! Hay heridas que merecen ser cicatrizadas, que después de tanto supurar se lo han ganado. Hay venenos que no valen ser tomados por más cariño que uno les tenga. Y sin embargo ese tipo de tristes verdades sólo pueden aprenderse a costa de lágrimas y de caídas y con un freno de mano impuesto extrínsecamente que te dice: "¡Vamos, déjalo ir, tú puedes, por salud!"
Este blog significa en muchos sentidos ese camino, el terapeuta, el corregido a martillazos que va de la sombra a la luz, del caos a la adaptación y a la estabilidad. Nunca está de más limpiar la casa, vaciarla de flores marchitas, de cuchillos filosos que te abren la piel cada día de cocina. Pero con todo y que es obvio y necesario, hay veces que todo esto sólo carece de sentido, hay veces que sin quererlo aparece tímida una reminiscencia de aquella flor de antaño, oscura y brillante, y no se puede sino acaricarle los pétalos en el recuerdo y soñarla entre las manos con su olor a sangre y a verde y a vida.
Hay cosas que me gustaría se marchitaran. Pero hay que ser más sinceros todavía: son cosas que a la vez me gustaría no tener que marchitarlas, son cosas que en el fondo no dejo de querer y cuyo final me duele. Es una lástima, como un infante que muere, pequeño y puro, en nombre de la ciencia, de la paz y lo correcto.
Este blog significa en muchos sentidos ese camino, el terapeuta, el corregido a martillazos que va de la sombra a la luz, del caos a la adaptación y a la estabilidad. Nunca está de más limpiar la casa, vaciarla de flores marchitas, de cuchillos filosos que te abren la piel cada día de cocina. Pero con todo y que es obvio y necesario, hay veces que todo esto sólo carece de sentido, hay veces que sin quererlo aparece tímida una reminiscencia de aquella flor de antaño, oscura y brillante, y no se puede sino acaricarle los pétalos en el recuerdo y soñarla entre las manos con su olor a sangre y a verde y a vida.
Hay cosas que me gustaría se marchitaran. Pero hay que ser más sinceros todavía: son cosas que a la vez me gustaría no tener que marchitarlas, son cosas que en el fondo no dejo de querer y cuyo final me duele. Es una lástima, como un infante que muere, pequeño y puro, en nombre de la ciencia, de la paz y lo correcto.
1 comentario:
Martillazos, interesante. Un poco al estilo Nietzsche. A mi no me gusta que se marchiten, pero así es la vida. "c'est la vie"
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