Primero una nota aclaratoria (querido Mormo): esto es una reflexión sin referentes concretos o más bien, con demasiados referentes, generalizaciones, como les llaman.
Todos visualizan el cortar como un final, es evidente por qué. Dos personas cortan y se acabó, kaputt, c'est fini, game over, está claro. Pero cuando eso sucede se activa a la par un fenómeno curioso: el fenómeno de congelación. Sea que dejen de verse o que se sigan viendo de vez en vez, es casi seguro que, en algún punto, se han de congelar el uno al otro. Es la forma que tenemos para recordar, para archivar y para entender algo. El problema con esto es que, mientras creemos que le hemos dado fin, lo que estamos haciendo es justo lo contrario: lo estamos dotando de enternidad. Nuestros recuerdos serán válidos en cualquier momento, así como nuestra percepción sobre la relación en ese momento o los epítetos que le pusimos a esa persona, buenos o malos. El significado se momificará y luego matarlo será un problema.
Con este escenario imaginemos por ejemplo una pareja que corta cuando siguen enamorados uno de otro y se aman y se adoran y prometen que algún día regresarán. Luego, naturalmente, se momifican. Y tiempo más tarde, el sujeto decide empezar una nueva relación. Es como para que la chica se de un tiro: "¿cómo, no que era el amor de tu vida, no que volveríamos a andar?" Pues sí y no. Era cierto en ese momento pero el devenir no se suspende sólo con la suspensión de una relación, aun cuando los involucrados en esta así lo crean. En este sentido cortar se vuelve también una especie de ceguera, porque es un final parical que en su condición de final niega la posibilidad de otros finales u otros cortes u otros avances: "si yo fui la novia ideal para ti de principio a fin de la relación, cómo puedo dejar de serlo, fuera de ella? etcétera, etcétera. Vil negación del tiempo.
No sé si fui clara pero no importa. Igual y ni siquiera se sostiene, pero de todas todas para mí es revelador: la posibilidad de que me corten (simbólicamente) después de que me cortaron (en el plano real), es sencillamente emancipador, porque mi percepción siempre había estado encaminada a algo más como: "si no me cortaron (simbólicamente) cuando me cortaron (en el plano real) entonces, no tienen por qué cortarme después. O algo así. Lo que sí es que hay que aclarar que esto sólo aplica en un tipo de relación, cuando todavía algo no termina, cuando de cierta forma se mantiene el vínculo afectivo, o peor aún, cuando se cree que se mantiene aunque uno de los dos extremos ya haya soltado la cuerda.
Todos visualizan el cortar como un final, es evidente por qué. Dos personas cortan y se acabó, kaputt, c'est fini, game over, está claro. Pero cuando eso sucede se activa a la par un fenómeno curioso: el fenómeno de congelación. Sea que dejen de verse o que se sigan viendo de vez en vez, es casi seguro que, en algún punto, se han de congelar el uno al otro. Es la forma que tenemos para recordar, para archivar y para entender algo. El problema con esto es que, mientras creemos que le hemos dado fin, lo que estamos haciendo es justo lo contrario: lo estamos dotando de enternidad. Nuestros recuerdos serán válidos en cualquier momento, así como nuestra percepción sobre la relación en ese momento o los epítetos que le pusimos a esa persona, buenos o malos. El significado se momificará y luego matarlo será un problema.
Con este escenario imaginemos por ejemplo una pareja que corta cuando siguen enamorados uno de otro y se aman y se adoran y prometen que algún día regresarán. Luego, naturalmente, se momifican. Y tiempo más tarde, el sujeto decide empezar una nueva relación. Es como para que la chica se de un tiro: "¿cómo, no que era el amor de tu vida, no que volveríamos a andar?" Pues sí y no. Era cierto en ese momento pero el devenir no se suspende sólo con la suspensión de una relación, aun cuando los involucrados en esta así lo crean. En este sentido cortar se vuelve también una especie de ceguera, porque es un final parical que en su condición de final niega la posibilidad de otros finales u otros cortes u otros avances: "si yo fui la novia ideal para ti de principio a fin de la relación, cómo puedo dejar de serlo, fuera de ella? etcétera, etcétera. Vil negación del tiempo.
No sé si fui clara pero no importa. Igual y ni siquiera se sostiene, pero de todas todas para mí es revelador: la posibilidad de que me corten (simbólicamente) después de que me cortaron (en el plano real), es sencillamente emancipador, porque mi percepción siempre había estado encaminada a algo más como: "si no me cortaron (simbólicamente) cuando me cortaron (en el plano real) entonces, no tienen por qué cortarme después. O algo así. Lo que sí es que hay que aclarar que esto sólo aplica en un tipo de relación, cuando todavía algo no termina, cuando de cierta forma se mantiene el vínculo afectivo, o peor aún, cuando se cree que se mantiene aunque uno de los dos extremos ya haya soltado la cuerda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario