Yo no entiendo la necesidad que tengo de aferrarme a mi pasado. Basta abrir un cajón mío para darte cuenta de lo grave del problema; de mi vergonzosa incapacidad de deshacerme de las cosas, del hábito maligno de tener presente siempre todo. Cada vez que inicio una nueva relación me veo envuelta en el mismo círculo vicioso: no sólo de acumular nuevas cosas de las que me costará desprenderme después, sino también de andar por ahí con mi nueva víctima regurgitando el pasado y jactándome además de mi mala digestión. Es repugnante. Mi incapacidad de cerrar ciclos y mi habilidad de disfrazar eso como un virtuoso gesto de dignificación del recuerdo.
Amadeo me dijo en un viaje: La identidad radica en la memoria. ¿Será entonces, que mi padecimiento es sólo el resultado de una identidad endeble? ¿Una lucha absurda contra la contingencia?
No hay comentarios:
Publicar un comentario