sábado, 7 de abril de 2007

Sueño 1 - Perder lo que nunca fue mío

Como este blog se trata más de dejar fluir mi conciencia, decidí, por qué no, escribir mis sueños. Así que de antemano pido una disculpa a todos los conocedores que al leer mis interpretaciones, las encuentren burdas o sin fundamento, sé que existe el riesgo, pero a mi defensa debo alegar que eso es lo de menos, porque lo relevante está, en todo caso, en la utilidad que dichas interpretaciones tengan a un nivel personal.
El sueño que en esta ocasión nos atañe -el que soñé hace unas horas- no está bien articulado en mi memoria, así que en vez de pretender contar una historia malograda, sólo me ocuparé de las escenas o símbolos que causaron mi impresión y reflexión.
Escena número 1.- Yo me he tatuado, en la espalda baja, tres grandes letras en negro: URK. No sé qué significan, pero están en grande, con una fuente más bien tosca y grande, y representan algo así como un anagrama significativo, estoy viéndolo, pero no estoy convencida de haberme tatuado la mejor opción. Llega un sujeto, llamémosle sujeto Q. Mira mi tatuaje y yo, insegura, le pregunto si le parece auténtico o algo así, y él me dice: "a ver, déjame verlo" y por las letras me dice que no, que no lo es tanto. Y yo sé que lo está diciendo en base a cierta cabalística pero que implícitamente (no hay diálogo al respecto) nos hace sentido a ambos, y yo, dándole la razón, pienso en la artificialidad de la u y de la k, por inusuales, como en una pretensión falsa de "originalidad" (que ahora ya despierta se me ocurre relacionar más la u con el sujeto U, pero no sé qué tanto se pueda hacer tal relación). A partir de eso pienso en lo auténtico de la vocal que yo había despreciado por común, la a, y quiero algo con a, y pienso en tatuarme un alfa con un circunflejo arriba (?). Lo curioso es que me tallo y se me quita el tatuaje, no sin esfuerzo pero sí con relativo éxito, y me alivia la posibilidad de remendar mi error. Eso me trae dos referencias, la primera, la del sujeto U simbolizado por el tatuaje (en sus tiempos tenía sueños constantes en los que yo me tatuaba y había mucha angustia de por medio), y la segunda, la de mi propio tatuaje (el que me quiero hacer) que es la materialización de algo dentro de mí, pero la necesidad de cerciorarme de que existe y algún pánico frente al desvanecimiento del ideal o el sueño.
Escena número 2.- es la misma escena pero es otra. El sujeto Q está hincado a mis pies y yo estoy en calzones (no sé que traigo arriba), la idea del tatuaje en mi espalda baja sigue estando presente, pero en la parte lateral de mi pierna izquiera y subiendo hasta los inicios de mi vientre (también lateralmente) tengo un montón de granos que son medio espinillas pero medio piquetes también de algo venenoso, que necesita ser extirpado (como se extirpa una espinilla) y el sujeto Q las está extirpando por mi y besándolas, no sé si extrayéndoles el veneno. Lo fuerte de esa imagen es su carga erótica aun si, en sentido estricto no es algo digno de eroticidad o belleza, sino por el contrario, debiera ser casi vergonzoso. Pero no lo es, es, en cambio una imagen dolorosamente emocional, poderosa, incluso todavía ahora su recuerdo me estremece, no sé en qué consista, quizás en la aceptación que el otro tiene frente a eso que no es bello en mí, que es venenoso, y su respuesta de cuidarme, de salvaguardarme, de besar eróticamente eso, como aceptando que es parte de mí. Otra cosa que me inquieta es el sujeto Q en sí, protagonista de moda en mis sueños últimamente. Me inquieta porque no sé qué figura representa, no sé cuál es la transferencia, pero sé que hay una, porque funciona no como funcionaría su referente material (el sujeto Q), sino como una figura simbólica que yo sé que obedece más a mi propia estructura psíquica y no a lo que sé de él, porque incluso mi emoción al respecto, en mis sueños, es una emoción familiar, como si sólo hubiera habido un desplazamiento de objeto. Aun así, he de reconocer que mi reacción frente a eso es de alivio, porque la forma en la que yo significo al sujeto Q ya en un estado consciente es francamente inofensiva, agradable inclusive, mientras que la forma de significar al anterior objeto era francamente angustiante.
Escena 3.- Es de noche y se hace de día, yo estoy en un conflicto interno sobre si ir o no a hacer ejercicio, al final no voy pero sin querer, se me hace tarde, algo tiene que ver un reloj que no tiene el horario de verano. Se me cae un cabello, o más bien me lo arranco, pero al arrancármelo sale con todo y raiz, una especie de popote duro y largo, más grande que el cabello mismo. Me queda un hueco en la cabeza, pequeño, pero hueco. La gente desconoce la causa de eso, pero le simporta poco, sólo a mi me angustia. Es uno de mis argumentos para no ir a hacer ejercicio, temo que el sudor se meta en el hueco en mi cabeza. No voy y está amaneciendo. Estoy en la calle de mi casa, alguien me espera, es el sujeto P. Entro a una casa pero esa ya no es mía, dejo al sujeto P esperando. Es la casa de Paulina, que a esa sí le dejaremos el nombre.
Escena 4 (es la misma que la 3, dividida sólo por pragmatismo).-Entro al cuarto de Paulina y quiero cambiarme, y veo en el clóset mucha ropa que me es bastante familiar, y es ropa suya pero que yo usé alguna vez, que incluso tuve en mi casa por mucho tiempo. No sé qué ponerme porque todo me seduce en sus recuerdos, hay una blusa en particular que me llama la atención, rosa y aterciopelada. Siento una melancolía por haber perdido eso, eso que nunca fue mío. Pero al despertarme esa emoción se intensificó: perder lo que nunca fue mío. Porque tiene una doble articulación: la primera es esa identidad prestada o algo así, esa cosa valiosa que de entrada no me pertenecía, la segunda es que esa blusa, corresponde a un vestido de una barbie que tuve alguna vez. O sea, esa prenda (con sus cambios) sí existió y sí fue mía, pero para mi muñeca. Es decir, en la evolución del recuerdo, la añoranza por aquello que se perdió acabó distorsionando la pérdida real, la pérdida de un vestido de barbie y punto. Pero el dolor actual de la pérdida es equivalente a si lo que hubiera perdido hubiera sido una blusa para mí, o sea, algo más grande o importante, es una reconstrucción alucinatoria de la falta, y por tanto es insatisfacible. Eso me recuerda de nuevo al sujeto U, vestido de barbie mutado en mi imaginación a una blusa y yo desnuda creyendo que de tener ese puto vestido de barbie estaría abrigada. Mentira.

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