Con frecuencia fantaseo con olvidar, con ser olvidada, mas es en este fantaseo, la misma fantasía se traiciona: ¿por qué no sólo olvidar, dejar ser olvidada? Pero no. En la fantasía lo único que se reitera es el deseo de reconocimiento. De manera que, al fantasear con olvidar, más que invocar al olvido, lo que invoco es a una conciencia testigo, a esa conciencia testigo frente a la cual pueda dar cuenta de mí, frente a la cual pueda reiterarme y con ello reiterar mi presunto haber olvidado. No sólo deseo olvidar, sino que deseo darle un lugar a ese olvido, deseo que sea reconocido (por eso creo toda una situación imaginaria), y al hacerlo, lo que verdaderamente manifiesto es un deseo antagónico al original, un deseo de no ser olvidado; es decir, en la fantasía mi deseo tiene cara de olvido, pero en la realidad desde donde fantaseo es un no-olvido en tanto que ha sido voluntariamente pensado, invocado, construído; en tanto que, lejos de darle fin al deseo, le ha dado continuidad en la evocación, en el ocio mental de fantasear, en el placébico simulacro de haber olvidado mientras recuerdas.
lunes, 16 de abril de 2007
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