domingo, 24 de agosto de 2008

Buen karma

Creo que me siento culpable por ser feliz o sentir placer, qué fuerte, ¿no? Como si la ganancia siempre tuviera un costo y estuviera encerrada en lo banal o en lo egoísta, como si fuera más fácil ir por la vida con la bandera de derrotado que con sonrisa en la boca. Pero como dice mi primo Federico, tengo buen karma (darma), y tengo que aprender a vivir con ello.

3 comentarios:

Maxi dijo...

Yo hace tiempo que sostengo para mis silencios que las personas suelen culparse por sus placeres como por su felicidad, y lo comprendo como el modo de saldarse la repetición, o sea, una garantía en beneficio de volver a caer en la misma falta. Espero no se me tome a mal, pero eso es resabio de lógica cristiana, porque permite a través de la totalidad de la noción de pecado y su perdón, la reincidencia mediante justificaciones. Y desde luego es más fácil ir con la bandera de la derrota ya que esa es la condición para que la lástima en el otro surja en consideración de la miseria propia y así uno garantizarse colchones donde caerse. No critico a nadie, no es mi fin otorgar razones de qué debe hacerse, es un síntoma, y qué tristeza de síntoma: No se sabe “ser feliz”. Por mi parte, desaprendo herencias (afortunadamente pocas para no distraerse, afortunadamente sólidas para martillarlas hasta el polvo) y me gano en la sonrisa del instante. Y luego, olvido como un niño.
Por cierto, ya continuaré mi “en suspenso” blog, pero me honra y me simpatiza saberla visitante, un debido gusto señorita.

Nerea dijo...

Claro, concuerdo contigo que son resabios de lógica cristiana, pero no creo que sea sólo por las ventajas que otorga la debilidad (o el sufrimiento), sino, más allá de eso, por el poder que otorga la fortaleza, el bienestar es punzocortante para quien no está acostumbrado a él

Maxi dijo...

"el bienestar es punzocortante para quien no está acostumbrado a él" ayer he tenido una experiencia así: una mujer que encuentro y no busco, no sabe no sentir culpa ambivalente, y un día es libre, y otro día es condenada, y por nadie más que por si misma. Así, sin más, mucho o poco puede deshacerlo sin importar mucho realmente, o llevando lo importante a la miseria, dejando lo preciado en una cicatriz al viento.
Sí, hablo por estar afectado de esa incapacidad de felicidad, y la más dolorosa de las que te vuelcan a la impotencia: la condición ajena que te concierne.