domingo, 18 de mayo de 2008

Redención

Con el tiempo la idea de la redención me parece más y más oxidada. Aunque igual y no tanto como lo hago parecer, lo cierto es que no es difícil jugar a no esperar mientras esperamos, prueba de ello es que voy a psicoanálisis una vez a la semana, ¿y qué sentido tendría ir si no creyera ni un poco en la redención? Pero el punto es que igual nos alejamos cada vez más de la esperanza. Creo que es por eso que ya no escribo tanto en éter, porque repudio su carácter onírico y, valga la redundancia, etéreo. Eso y porque, claro, el mundo llama y las 10 materias y el ego mareado dando vueltas en casa ajena. Pero me gusta pensar que todo esto es cíclico, que mi soñadora interna y mi poeta boba y mi agobiada existencialista sobrevivirán a la adultez y yo volveré a preferir quedarme los viernes a leer que salir a beber (en este momento estoy en un punto medio, no salgo a beber pero tampoco leo, me quedo más bien a dormir) y que lograré ser la eterna atormentada, alegre y bipolar que soy.
Supongo que eso está por verse. Igual ya empezó mi verano, así que la idea es estar por los próximos meses un poco más presente en este mi mundo virtual. Igual y es un buen primer camino para la redención.
La duda que me queda de cualquier forma es: ¿De qué lado está la autenticidad? ¿Del lado de la parte de mí que lucha desafanadamente por sobrevivir o de la nueva que aletargadamente se impone? Las dos son viables: la primera es la auténtica y la otra es el sustituto mundano, adaptativo y desilusionado, o la segunda es la evolución auténtica de lo que soy y la primera es una terquedad infantil. Quíen sabe.

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