lunes, 12 de mayo de 2008

El otro, ese terrible espejo.

A él lo odiaba por ser débil, igual de débil que yo. A este otro lo odiaba porque, en su egocentrismo, sonaba nauseabundamente similar a mí. Al tercero lo odiaba por hacer menos a los demás, de nuevo, era yo, siempre artificialmente victoriosa, nunca humilde, yo. Es como aquel pasaje bíblico de la viga y la paja en el ojo. Ridículo.
De nuevo me cacho buscando expiación.

1 comentario:

LSz. dijo...

un tema familiar. Saludo.