miércoles, 13 de febrero de 2008

Inmediatez

La más perniciosa inclinación es la de la inmediatez, pues en esta se refugia la ilusión de que nada pasa; en la susesión veloz de las culminaciones, se niega el abismo de la espera, se provoca intencionalmente la obnubilación en un exceso de colores, tanto es nuestro miedo a la visión. A la distancia pasa lo contrario, todo es claro pero nunca placentero, es la angusta de la nada, el desfase de lo ordinario, el propio reflejo en la mirada.
Mas qué derecho tengo yo a hablar como profeta si el llamado al dinamismo me consume y me exaspera, si nunca habiendo sido asceta la contemplación es siempre tensa y pobre, si la vida está del otro lado y si atados o sin atar nos seduce el canto de sirenas.
Me parece que es sólo la ilusión de que el laberinto tiene un centro y cierto orden; pero a veces una ilusión basta para hacer de ella un imperativo, en este caso, el de especular con licencia párvula y proferir un remedio con la ingenuidad del que ciego señala una estatua y la proclama arte. Sostengo lo siguiente como remedio provisional a la vida autoaniquilándose:
Hay que salir abruptamente de la cadena de tan pernicioso vicio, hay que enfermar voluntariamente de mediación hasta que la castración se sienta y una vez logrado aquello actuar con vieja libertad, teniendo como única condición que el impulso de cada acción no nazca de la ansiedad, patente signo de enfermedad, sino que nazca de cualquier otra cosa; es decir, de la cosa en cuanto cosa y no en tanto que vehículo de símbolos y salvaciones.

1 comentario:

LSz. dijo...

O simplemente voltear hacia la caverna en vez de hacia la luz. Saludos. LF