A estas alturas del año la elocuencia deja de tomar un papel tan esencial en mi vida. Da igual, de todas formas nos herimos, no hay manera de evitarlo. Hablar de más, todos y estúpidamente. Hablar de menos, también peligroso. Por si no nos bastara con el pensamiento, la lengua es el arma letal que remata la destrucción de unos a otros. Cuando, hay que aceptarlo: lo único que de cierto tenemos es incertidumbre. No tenemos nunca los suficientes elementos para opinar, para juzgar, para afirmar. Quizás estoy siendo un poco radical, pero igual. En el fondo, lo único que quiero transmitir con este mensaje es un poco de humildad. Estoy cansada de la parafarnalia verbal. Con ganas de que las cosas se pudieran arreglar de vez en vez sólo con abrazos. Con ganas de poder reconocernos vulnerables tres veces al año. Suspender las relaciones de poder. Suspender los juicios venenosos y las espirales discursivas interminables que buscan dar cuenta de nosotros. La filosofía occidental, qué egocentrismo. La ciencia, el chisme, todo. Cuando la neta es que seguimos siendo como niños, la neta es que las cosas nos hieren, que tememos y que agredimos cuando nos sentimos amenazados.
Ahora entiendo el sentido del Yom Kippur, que por más que es criticado esta parte de institucionalizar el perdón, a veces creo que hace falta. Es lo que siento ahora: ganas de pedir perdón. Ganas de reconciliarme con el universo (haré Feng Shui a ver si ayuda, ja!). Y bueno. Buenos deseos a todos. Les deseo una feliz navidad, aunque las navidades sean más bien tristes.
Ahora entiendo el sentido del Yom Kippur, que por más que es criticado esta parte de institucionalizar el perdón, a veces creo que hace falta. Es lo que siento ahora: ganas de pedir perdón. Ganas de reconciliarme con el universo (haré Feng Shui a ver si ayuda, ja!). Y bueno. Buenos deseos a todos. Les deseo una feliz navidad, aunque las navidades sean más bien tristes.
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