Contrario a lo que muchas veces se cree, gran parte del poder está en quien pregunta más que en quien responde. Es cierto que el que responde puede responder lo que sea, pero lo que sea en base a la pregunta que se le hace. Es por ello que el origen de los sofismas se encuentra sobretodo en la pregunta, y si no me creen pregúntenselo a Sócrates, je. Pero también por eso uno de los más grandes peligros para el discurso y por qué no, para la integridad intelectual del que responde, está en las preguntas mal planteadas, preguntas que exigen, que demandan, más aún, preguntas que hacen brotar, aun si lo que brota no corresponde propiamente con las convicciones de nadie.
Traducción: siento que muchas veces no actúo como quiero porque me veo obligada a responder una pregunta mal planteada, y al hacerlo, me veo obligada también a actuar en consecuencia.
Una pregunta de este tipo es: ¿Me quieres? Pues sí, por supuesto que sí, pero de ahí qué se sigue, nada.
Traducción: siento que muchas veces no actúo como quiero porque me veo obligada a responder una pregunta mal planteada, y al hacerlo, me veo obligada también a actuar en consecuencia.
Una pregunta de este tipo es: ¿Me quieres? Pues sí, por supuesto que sí, pero de ahí qué se sigue, nada.
1 comentario:
Cierto, pero al fin y al cabo ¿Qué es una pregunta?
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