Recuerdo que Dávalos me decía que yo era una mujer muy eufemística y a mí me encabritaba eso, ¿cómo? ¿yo? ¿yo que busco ser precisa en los términos que utilizo, yo que soy criticada por directa? ¿cómo voy a ser eufemística? ¡por dios!
Pero ahora que lo pienso desde otro lugar, no lo sé, no me suena tan descabellado. Parece que en el momento en el que abandoné aquella lógica bivalente sí/no en busca de un abanico más amplio de posibilidades que pudiera dar cuenta de la complejidad y matiz de cada caso en específico, lo que resultó es que abandoné a la par cualquier posibilidad conclusiva. Siempre estoy nadando entre opciones, entretejiendo elementos diversos, pero nunca comprometiéndome con ningún sí/no. Critico a los fanáticos, a los radicales, a los maniqueistas, a los analíticos. Y mientras yo, divago.
Si además aplicamos esto a un campo más ético, se duplica mi necesidad eufemística, porque en aras de hacerle justicia a todas las personas de mi entorno (hasta a Pablo Lazo, ¡por dios!), y en aras de dar cuenta de toda la mezcolanza natural de emociones que tengo con respecto a alguien, no me atrevo a proferir afirmaciones que sean demasiado contundentes, medio digo nada más, coso y descoso, especifico, clasifico, zigzagueo, y al final del día, me quedo en el mismo lugar que al principio.
Entonces, no sé si la palabra eufemismo sea la adecuada, pero de que constantemente soy el propio amortiguador de mi discurso, hemos de confesarlo: sí, lo soy.
Pero ahora que lo pienso desde otro lugar, no lo sé, no me suena tan descabellado. Parece que en el momento en el que abandoné aquella lógica bivalente sí/no en busca de un abanico más amplio de posibilidades que pudiera dar cuenta de la complejidad y matiz de cada caso en específico, lo que resultó es que abandoné a la par cualquier posibilidad conclusiva. Siempre estoy nadando entre opciones, entretejiendo elementos diversos, pero nunca comprometiéndome con ningún sí/no. Critico a los fanáticos, a los radicales, a los maniqueistas, a los analíticos. Y mientras yo, divago.
Si además aplicamos esto a un campo más ético, se duplica mi necesidad eufemística, porque en aras de hacerle justicia a todas las personas de mi entorno (hasta a Pablo Lazo, ¡por dios!), y en aras de dar cuenta de toda la mezcolanza natural de emociones que tengo con respecto a alguien, no me atrevo a proferir afirmaciones que sean demasiado contundentes, medio digo nada más, coso y descoso, especifico, clasifico, zigzagueo, y al final del día, me quedo en el mismo lugar que al principio.
Entonces, no sé si la palabra eufemismo sea la adecuada, pero de que constantemente soy el propio amortiguador de mi discurso, hemos de confesarlo: sí, lo soy.
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