Algo terrible es que si nos ponemos a pensar, en la vida diaria hacemos siempre reducciones fenomenológicas de las personas, y eso atenta contra ellos como fines en sí mismos. Por ejemplo: A mí me puede caer bien que A sea x pero no que A sea ye o zeta, y resulta que A es Axyz. ¿Qué hago? Muy sencillo, reduzco fenomenológicamente a A, quito a ye y zeta de mi plano mental y me quedo con x. ¿Es súper duro, no? Porque parece que lo hacemos todo el tiempo, pocos serán los valientes que se atrevan a decir que gustan de una letra con todas sus letras subíndices. Yo no soy uno de esos pocos, desafortunadamente, yo reduzco todo el tiempo a las personas, ¡qué falta de ética!
lunes, 17 de septiembre de 2007
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