La clave está en el acceso

La clave está en el acceso. En la forma en la que accesas a algo. La mirada, por así decirlo. La apertura visual, emocional y psicológica. También la física si ya estamos en estas. Una vez que logramos reconocer esto, que la clave está en el acceso y no en lo que se accesa, la lectura del mundo se vuelve muy distinta, y la espacialidad y la temporalidad hasta entonces ignoradas se vuelven cruciales para ella.
¿Qué estoy diciendo? Muy sencillo: independientemente de nuestras creencias filosóficas, pareciera que vamos por la vida creyéndonos esencias; es así, por ejemplo, que creemos que hay una continuidad entre lo que eramos y lo que somos, y de la misma manera buscamos que se nos haga justicia a nosotros por ser nosotros independientemente del lugar o momento donde estemos parados. Pero ya en la práctica, como un piedra papel o tijera, la existencia rebasa por mucho a la esencia, y resulta que, importa más dónde estés parado tú y dónde esté parado quien te juzga, que si eres o no eres tal o cual cosa. Visto así, queda poco de qué quejarse ya. Si nuestros exnovios no nos valoran, por inventar algo, no es porque se hayan tornado de pronto injustos con nuestra valiosísima persona, sino que, como todos y como todo, sólo han cambiado de acceso a nosotros y eso es lo natural y está bien. Accesos, sólo accesos.