A quien engaño, esa mujer toma un rol importante, sino en mi vida, cuando menos en mi psique. Pero recordemos también que no es ella en sí y por sí la que me perturba, sino algo más rebuscado, algo más complejo: la figura simbólica que ella representa. ¿Cuál es esta? No sé, mi alterego tal vez. Mi temor por la sustitución, por la asimilación. En el quicio entre nuestras vidas paralelas y nuestro antagonismo pronunciado, se da el delirio. Es sólo la incapacidad de disgregar el vínculo, de olvidar el sueño en donde se encuentra viva, de emanciparme de toda similitud posible.
Me pregunto cuando empezó, en qué momento, si con aquella amenaza completamente extrínseca a nosotras llamada Hombre, que materializó el temor por la sustitución del cuerpo o del nombre según el caso, o acaso con el revoloteo irreverente de las incongruencias, de los lugares comunes como la Luna o los abismos que nos evidenciaban cerca contra todos nuestros deseos. No lo sé. No sé qué habrá sido, pero supongo que no importa porque bien o mal caímos. O caí yo al menos, aunque en mi debilidad no se reconoce en absoluto su fortaleza. Cuestión de temperamentos, supongo, Logos contra agujas.
Y bueno, he aquí la anécdota curiosa que me llevó a regresar a estas horas en este día a las aguas venenosas donde habita mi diabólica Nemesis:
Ayer estaba ya dormida, 2 am aproximadamente, cuando de pronto suena el teléfono: una voz de hombre titubeante que se cambiaba el nombre como broma de mal gusto, preguntaba por alguien que, para mi desgracia, llevaba el nombre de la chica en cuestión. Yo entre dormida y despierta me quedé petrificada, invadida por el pensamiento mágico y contundente que decía: preguntan por Ella. No por alguien más con su nombre, por Ella. En una absoluta confusión se dispararon en mi mente todo tipo de posibilidades e hipótesis descabelladas, terminé de despertarme y hasta le pregunté al tipo que para qué la quería. Luego caí en cuenta del absurdo y segundos después colgamos. Regresé a mi cama, todavía confundida, y al volver a dormir empecé en un ciclo eterno y profundo de sueños delirantes, llenos de angustia y de molestia. Fue hasta que desperté que todo tomó un poco de sentido, era evidente la razón de mi angustia: la sustitución que tanto temo se actualizó con la llamada, me hablaban a mí buscando por ella, qué muestra más clara podía haber. Terror absoluto. En mi delirio mi fantasía y en mi fantasía mi miedo. Mi miedo y un protagonismo fatal en donde yo me colocaba como el centro: el centro de la llamada y del tercero anónimo que con una intencionalidad oculta me hablaba, el centro del Motor que podía convertirme en amenaza para el tercero y reducirme a Ella, etcétera.
Afortunadamente llegó la mañana y la claridad mental. Todo es superficial, nena, todo es epi-dér-mico.
Me pregunto cuando empezó, en qué momento, si con aquella amenaza completamente extrínseca a nosotras llamada Hombre, que materializó el temor por la sustitución del cuerpo o del nombre según el caso, o acaso con el revoloteo irreverente de las incongruencias, de los lugares comunes como la Luna o los abismos que nos evidenciaban cerca contra todos nuestros deseos. No lo sé. No sé qué habrá sido, pero supongo que no importa porque bien o mal caímos. O caí yo al menos, aunque en mi debilidad no se reconoce en absoluto su fortaleza. Cuestión de temperamentos, supongo, Logos contra agujas.
Y bueno, he aquí la anécdota curiosa que me llevó a regresar a estas horas en este día a las aguas venenosas donde habita mi diabólica Nemesis:
Ayer estaba ya dormida, 2 am aproximadamente, cuando de pronto suena el teléfono: una voz de hombre titubeante que se cambiaba el nombre como broma de mal gusto, preguntaba por alguien que, para mi desgracia, llevaba el nombre de la chica en cuestión. Yo entre dormida y despierta me quedé petrificada, invadida por el pensamiento mágico y contundente que decía: preguntan por Ella. No por alguien más con su nombre, por Ella. En una absoluta confusión se dispararon en mi mente todo tipo de posibilidades e hipótesis descabelladas, terminé de despertarme y hasta le pregunté al tipo que para qué la quería. Luego caí en cuenta del absurdo y segundos después colgamos. Regresé a mi cama, todavía confundida, y al volver a dormir empecé en un ciclo eterno y profundo de sueños delirantes, llenos de angustia y de molestia. Fue hasta que desperté que todo tomó un poco de sentido, era evidente la razón de mi angustia: la sustitución que tanto temo se actualizó con la llamada, me hablaban a mí buscando por ella, qué muestra más clara podía haber. Terror absoluto. En mi delirio mi fantasía y en mi fantasía mi miedo. Mi miedo y un protagonismo fatal en donde yo me colocaba como el centro: el centro de la llamada y del tercero anónimo que con una intencionalidad oculta me hablaba, el centro del Motor que podía convertirme en amenaza para el tercero y reducirme a Ella, etcétera.
Afortunadamente llegó la mañana y la claridad mental. Todo es superficial, nena, todo es epi-dér-mico.
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