El progreso es apariencia, ilusión. Pasamos más tiempo caminando en círculos que caminando en línea recta. En el mejor escenario, si acaso, caminamos en espiral. En todo discurso hay siempre constantes, hay modas, obsesiones. Temas que se traban, angustias que no se resuelven, fetos gestándose, velorios eternos. Es natural.
Por eso entre amigos es común que se establezcan una y otra vez conversaciones similares unas a otras, cuyo aporte en contenido es mínimo, pero simbólicamente es absoluto. Y lo es no sólo porque permite la tan terapéutica escucha, sino más importante aún porque se devela el sentido interno del discurso, y porque ese sentido tiene sentido también para el otro, porque el otro sabe tanto como tú que esta conversación, contrario a lo que parece, es disinta a la anterior, porque conoce los matices que distinguen a una curva de otra en la infinita espiral de la vida, de tu vida.
Y esa es una de las razones por la que es tan insoportable la soledad. Cuando estás lejos del mundo, uno de los primeros derechos que pierdes, es el derecho a las obsesiones; pues a lo único que tienes acceso es a pláticas casuales, y las pláticas casuales deben de tener un sentido autónomo, independientes del resto de tu discurso interno, de manera que toda idea que expreses tiene que tener ya una estructura previamente construída, un inicio y un fin que hagan a tu idea inteligible, que disfracen al fragmento de un todo.
No te puedes construir con el otro, pues es imposible pretender construir sin deconstruir, y es imposible deconstruir sin regresar, y es imposible regresar si el otro no tiene ni puta idea de a dónde estás regresando, si no distingue una curva de otra en tu espiral y por tanto se le hace todo lo mismo y le cansa y le molesta, si es incapaz de acceder a tu sentido, porque está demasiado lejos, porque no sabe acercarse, porque no sabes tú acercarte. Es un círculo vicioso, se aleja porque no tienes sentido y no tienes sentido porque está lejos, y porque desde lejos invalida tu sentido.
Mas ¿cómo librarte de una obsesión si no puedes compartirla? Un sentido incomunicable es un sinsentido, y un sinsentido es más agudo aún, más doloroso, más difícil de ser trascendido. Las palabras dejan de tener un referente, se vuelven sólo sonidos. Sonidos hasta que alguien los valide como palabras, hasta que alguien te valide como digno de tener derecho a las obsesiones, como persona.
Por eso entre amigos es común que se establezcan una y otra vez conversaciones similares unas a otras, cuyo aporte en contenido es mínimo, pero simbólicamente es absoluto. Y lo es no sólo porque permite la tan terapéutica escucha, sino más importante aún porque se devela el sentido interno del discurso, y porque ese sentido tiene sentido también para el otro, porque el otro sabe tanto como tú que esta conversación, contrario a lo que parece, es disinta a la anterior, porque conoce los matices que distinguen a una curva de otra en la infinita espiral de la vida, de tu vida.
Y esa es una de las razones por la que es tan insoportable la soledad. Cuando estás lejos del mundo, uno de los primeros derechos que pierdes, es el derecho a las obsesiones; pues a lo único que tienes acceso es a pláticas casuales, y las pláticas casuales deben de tener un sentido autónomo, independientes del resto de tu discurso interno, de manera que toda idea que expreses tiene que tener ya una estructura previamente construída, un inicio y un fin que hagan a tu idea inteligible, que disfracen al fragmento de un todo.
No te puedes construir con el otro, pues es imposible pretender construir sin deconstruir, y es imposible deconstruir sin regresar, y es imposible regresar si el otro no tiene ni puta idea de a dónde estás regresando, si no distingue una curva de otra en tu espiral y por tanto se le hace todo lo mismo y le cansa y le molesta, si es incapaz de acceder a tu sentido, porque está demasiado lejos, porque no sabe acercarse, porque no sabes tú acercarte. Es un círculo vicioso, se aleja porque no tienes sentido y no tienes sentido porque está lejos, y porque desde lejos invalida tu sentido.
Mas ¿cómo librarte de una obsesión si no puedes compartirla? Un sentido incomunicable es un sinsentido, y un sinsentido es más agudo aún, más doloroso, más difícil de ser trascendido. Las palabras dejan de tener un referente, se vuelven sólo sonidos. Sonidos hasta que alguien los valide como palabras, hasta que alguien te valide como digno de tener derecho a las obsesiones, como persona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario