lunes, 6 de octubre de 2008

Transferencia

Cuando una paciente de Freud clamaba estar enamorada de él, automáticamente él dejaba de tratarla y la colocaba con otro terapeuta, porque, para Freud, ella no estaba realmente enamorada de él, sino que sólo se había enamorado del lugar simbólico que ocupaba, o en otras palabras, había hecho una transferencia.
Otro autor que colinda con él, me parece que Jung pero sino corríjanme, opinaba en inicio lo mismo, hasta que una paciente se enamoró de él y él decidió corresponderle. Su defensa, frente a las acusaciones de traición a la teoría y a la disciplina, era que, si lo veían de cerca, todas las relaciones, TODAS, implicaban una transferencia, y, dado que no se podía evitar ir por la vida imprimendo los contenidos simbólicos personales en los otros, pues entonces qué diferencia hacía que él, terapeuta, gozara de los frutos de la transferencia de su bella paciente.
Sin emitir juicios respecto a su decisión que me tiene sin cuidado, yo sí creo que vivimos transferiendo en cada sonrisa y saludo. Apenas ayer un sujeto (llamémosle sujeto G) me desordenó las emociones, pero resulta que, pensándolo, este sujeto G representa lo que queda del sujeto Q, y además me recuerda al sujeto V y parece que quiero resolver con G lo que no resolví con V, y por si fuera poco, soñé con él en el cuerpo de L. ¿Que si me interesa? Pues aquí es donde se dividen las opiniones: si somos freudianos diríamos que ni madres, que es sólo un símbolo, que me interesa todo menos él, y esa afirmación tiene toda la verdad del mundo. Pero si somos jungianos (espero que sí sea Jung), tendríamos que decir que me interesa, porque, aunque simbólico, no hay otra cosa más que símbolos al final del día, y eso, tristemente, también es cierto.
Pero bueno, ya que como siempre no hemos llegado a ninguna conclusión, mandaremos al diablo a Freud y a Jung y me quedaré con mi opinión: Pues sí, me gusta, qué pena, pero no me interesa, porque estar interesada implicaría querer concretar algo y por mí que desaparezca mañana. Chaaaz, soy débil como mariposa moribunda.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

En ese caso creo que Jung tenía más colmillo que Freud. Freud pecó de ingenuidad a mi parecer, ¿qué garantía podía tener el mismo Freud de no asumir su rechazo como una transferencia propia? La cuestión puede irse al infinito, y como dices, no importa. El problema, según pienso, está en cierta creencia de lo unívoco, de lo nomádico, de lo cerrado. Podemos decir que tu sujeto, a fin de cuentas y desde el punto de vista psicológico, acarrea todas las letras del alfabeto. Pero ¿y qué? Y si asumimos la posición de Jung? ¿Y si pensamos que la vida no es más que un cúmulo de relaciones y que las personas son lo mismo? Algo así como un idealismo vital, frase extraña, pero qué tal que en verdad la pura observación del fenómeno ya lo modificó. ¿Y si lo marivilloso del mundo está en las veredas y no en el camino? Y es que atormenta pensar que uno son todos. siempre

saludos

Andrés

Anónimo dijo...

Recién conocí a una chica igual de alta que tú, jajaja C'est la vie…