miércoles, 6 de agosto de 2008

Cárceles

Aceptémoslo, vivir en una cárcel tiene sus ventajas: tener asegurada la comida diaria (bueno, eso en el mejor de los casos, pero en este caso hay comida hasta de sobra), conocer cada piedra de tu nicho, saber las rutinas, las formas de funcionar del lugar, las horas de dormir. Cómo no ansiar regresar a ellas, de vez en vez, cuando, en libertad, se pasa frío y no se tiene un lugar.

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