domingo, 22 de junio de 2008

De ecología y otras buenas intenciones.

Creo que estoy condenada a tener siempre proyectos pequeños. ¿Por qué? Pues muy fácil, porque un proyecto pequeño puede ser medianamente controlable, mientras que uno grande no lo es. Así que tener un proyecto grande es de alguna forma como fracasar a priori. Sé que este razonamiento es pesimista, triste y mediocre, y en realidad, no lo sostengo, no de fondo, pero lo es cierto es que sí habita en mí esa sensación de fracaso frente a aquello tan grande que tu contribución a la causa puede ser sólo parcial. Como ser ecologista, por ejemplo. Puedo reciclar, puedo bañarme en 3.1416 minutos, etcétera. ¿Y luego? El mundo se va a acabar igual, no siento que eso haga una diferencia real. Hoy hablaba con un doctor apasionado por el servicio social y recordé mis muchos años de servicio social, ¿por qué lo abandoné? Por eso mismo, porque sentía que al final no hacía nada trascendente. Y no sé, me molesta. Ya sé que poco a poco, que puedes tener metas parciales, etc, pero aj, sólo es frustrante.

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