miércoles, 11 de junio de 2008

Confesión

He visto como enajenada Sex and the City todo el día. Al principio empezó como una broma hecha a mí misma y a mi feminidad, acompañada de un poco de morbo, ya saben, adquirir perspectiva de la doxa, sentirme como aquella compañera que tuve que dedicaba sus viernes de depresión a ver dicho programa y a comer helado; pero después, poco a poco, se fue convirtiendo en algo un poco más perverso, o más bien, menos cínico y más patético.
La verdad, es que empecé a jugar con la idea de que, quizás, ver Sex and the City pudiera ayudarme a asociar de nuevo mi parte racional con mi parte emocional, que, por cierto, es el propósito de la temporada. No sé, de repente, hasta sentí un poco de envidia por la vida de las chicas del programa en donde mucho pasa pero poco trasciende, en donde un error cometido sólo tiene consecuencias en ese capítulo y después se olvidan del error y del hombre que perdieron por ese error y de todo.
No sé, quiero dejar este freno de mano a un lado, atreverme a tener relaciones irracionales once in a while, decir lo que me molesta antes de racionalizarlo todo, arreglar problemas con sexo y no con conversaciones teóricas interminables, qué sé yo, dejarme sentir, dejarme ser.

4 comentarios:

LSz. dijo...

A todos nos pasa. Caminar por la quinta avenida!
No es tarde. Estoy entre El diplomatico (esto no tiene acentos) y la UNAM. Y veo que alguien se ha dado cuenta de mi hecatombe. Espero no sea tarde.Usted dice.

LSz. dijo...

Y respecto a lo de no racionalizar, controlar todo. suena complicado, pero puede ser.Ven a conocer al espectro de circo que se hospeda en este sitio.

Nerea dijo...

¿Te crees capaz de llegar a Coyoacán? No es muy lejos de donde estás. ¿Mañana?

LSz. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.