martes, 15 de abril de 2008

Ya no sé escribir. Me falta el ánimo o la ingenuidad o la paciencia o la arrogancia. Al final, la mundaneidad siempre vence. Y la superficie seduce al mismo tiempo que el alma, mundaneizada también, crea ciertos anticuerpos contra la profundidad, escabrosa, compleja y equívoca, hasta que nos vuelve intolerantes a ella. Pero siempre hay errores en el sistema, rebeldes en el gobierno más totalitario, circunstancias que nos hunden de nuevo, involuntariamente, a ese mar profundo. Nunca falta un olor que trae consigo un recuerdo, una caricia que roza una vieja herida, un espejo de la infancia que sigue mostrándote con tu carita de niño. Tengo ganas de llorar, pero incluso mi llorar es más tímido, casi risible, un par de lágrimas discretas, nada como aquellos buenos tiempos de cara hinchada, voz privada, gritos y náuseas. Hay cosas que fui y no quiero volver a ser, eso es lo que siempre he dicho y fue con esa justificación que le di tiempo atrás la espalda tan plácidamente a tantas cosas de mi pasado. Pero faltaba un matiz por hacer: hay también cosas que fui que no quiero dejar de ser. No quiero dejar de ser una mujer que se involucra con los suyos, que es sensible a las resonancias emocionales, que no le saca al drama, que no la gobierna el pragmatismo fatuo.
Quiero reaprender a sentir sin escudos. Qué ridícula me escucho, pero igual lo quiero. Quiero amar sin temores, quiero que la vivencia de las cosas exceda mis ecuaciones sobre las mismas. Y quiero romper esta camisa de fuerza que me está sofocando y que me impide escribir.

No hay comentarios: