jueves, 24 de abril de 2008

Contra la institucionalización de lo correcto

Ni forma de negarlo, vivo saludablemente: duermo mis siete horas, como frutas y verduras, me ejercito, etcétera. En ese aspecto soy más que convencional: mi coche se verifica cuando tiene que ser verificado, mi cuarto está en orden, como los domingos con mi familia y lo único ilegal que hago es hablar por teléfono mientras manejo. Y digo, todo bien, no niego que me funciona. Pero hay algo que no soporto: no soporto a la gente que vuelve ese bienestar mundano en una imposición teórica y racionalizada. ¿Quién puede ser autoridad para decir cómo vivir? La ética aristotélica o tomista del punto medio y el buen vivir es más que obsoleta. En otras palabras, es sólo que aborrezco la autosuperación, el moralismo y el paternalismo idiota y momificado, la institucionalización de lo correcto, y, al final, la muerte de la vida.

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