A veces espero una radical traición de aquello que no poseo o que sé que no puedo controlar. Llamémosle una posesión negativa. Amenaza siempre menos la caída que el momento a punto de caer. Si el sí está vilipendiado por el mismo discurso, al menos habría que poder reconfortarse en un estoico no. Y si el deseo nos lo impide, que nos lo permita el contexto, ¿cómo? que nos apuñalen por detrás.
martes, 12 de febrero de 2008
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