Toda palabra tiene un excedente de sentido y todo producto, todo objeto o situación, tiene un excedente de palabras posibles, la era de la información. Tanto que decir, que a veces cuando pienso en escribir aquí y no escribo es porque, frente a todo (TODO) lo que pudiéramos hablar, nada sobresale en demasía. Como decía en éter, parece que ya nada es digno de palabras. Cuando era pequeña valía la pena hablar sobre el chico en cuestión te había dirigido una mirada por .3 segundos, mientras que ahora casi nada de lo que un chico pueda hacer es digno de ser escrito. Por eso siento que son más comúnes de lo que se cree las fantasías tanatológicas, porque es una situación límite que de entre todo respetamos, porque es todavía la muerte digna de palabras frente al ruido diario carente (carente, excedente, lo mismo da) de sentido.
El problema es que, conscientes de la contingencia de nuestras emociones y nuestra vida misma, ya no confiamos en ese devenir, ya no nos atrevemos a afirmar cosas como "te amo más que a nadie he amado en mi vida" porque sabemos lo evanescente de esa afirmación, porque no convence. E igual con todo lo demás. Es como ser una montaña rusa, pero serlo con enormes amortiguadores, tanto que el recorrido es similar a avanzar en línea recta. La depresión no es in (¿por qué lloras? sólo se murió tu perro), pero tampoco los accesos de emoción, salvo que sea por algo realmente grande (i.e. si ganas la lotería puede ser, si te traen un café muy bueno en cambio, no, no es pa tanto, no seas desadaptativo). Cuando al final, ¿por qué no hemos de significar todo eso? ¿por qué no hemos de dotarlo de sentido? Quizás fallemos en la completa resemantización del mundo, y quizás hagamos de todas formas una lista de las cosas de las que no vale la pena escribir, pero al menos recuperemos nuestro derecho a vivir, a sentir, etcétera.
Ayer pensé: "la soledad es infranqueable". Y la tristeza era real y la tensión superficial de los cuerpos y de las almas, pero tan real era todo que no encontró otra salida que el del olvido solipsista y silencioso, mientras una drama queen (hermosa pero absurda) bailaba can can en su cabeza.
El problema es que, conscientes de la contingencia de nuestras emociones y nuestra vida misma, ya no confiamos en ese devenir, ya no nos atrevemos a afirmar cosas como "te amo más que a nadie he amado en mi vida" porque sabemos lo evanescente de esa afirmación, porque no convence. E igual con todo lo demás. Es como ser una montaña rusa, pero serlo con enormes amortiguadores, tanto que el recorrido es similar a avanzar en línea recta. La depresión no es in (¿por qué lloras? sólo se murió tu perro), pero tampoco los accesos de emoción, salvo que sea por algo realmente grande (i.e. si ganas la lotería puede ser, si te traen un café muy bueno en cambio, no, no es pa tanto, no seas desadaptativo). Cuando al final, ¿por qué no hemos de significar todo eso? ¿por qué no hemos de dotarlo de sentido? Quizás fallemos en la completa resemantización del mundo, y quizás hagamos de todas formas una lista de las cosas de las que no vale la pena escribir, pero al menos recuperemos nuestro derecho a vivir, a sentir, etcétera.
Ayer pensé: "la soledad es infranqueable". Y la tristeza era real y la tensión superficial de los cuerpos y de las almas, pero tan real era todo que no encontró otra salida que el del olvido solipsista y silencioso, mientras una drama queen (hermosa pero absurda) bailaba can can en su cabeza.
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