Estoy muy desequilibrada. Mi circo está en un velorio. Sí, imagínense a todos mis personajes en un velorio, alrededor de un ataúd. Y el gigante llorón inunda el lugar, y se oyen gritos inverosimiles de profundo sufrimiento y en ratos se olvidan todos de que están en un velorio y empiezan con sus chistes y sus acrobacias, y los monos saltan sobre el ataúd y le muerden las esquinas y todo es caótico y triste y absurdo y ridículo. Eso en mi cabeza, afuera, lo ordinario: tareas, deberes, protocolos. Y ese constraste entre el adentro y el afuera es muy friccionante: mientras una fuente de emociones se desborda en mi interior (ganas de llorar, ira, desesperación, absurdo, cansancio, etc), afuera se me exige lo contrario (congruencia, control, orden, equilibrio). Es aquí cuando la visión galileana cientificista del mundo me viene bien: debe ser algún desbalance químico u hormonal, algo cuantificable, tangible, real. Es la única explicación plausible para semejante velorio descontrolado.
jueves, 31 de enero de 2008
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