Uno de mis supuestos propósitos de este año es ser un poco más social, social en un sentido juvenil, quiero decir, es decir, no basta saludar a gente en los pasillos de la escuela o amigar con un desconocido en un lugar público o coquetearle a hombres al azar, porque eso, bien o mal, siempre lo he podido hacer. Me refiero más bien a no rechazar todos los planes a los que me invitan, a no tenerle miedo a los lugares ruidosos o a las salidas nocturas, pero sobretodo sobretodo, a poder convivir con la gente en general, aunque ésta no sea demasiado inteligente, elocuente, ingeniosa o interesante. Y a dejarlos ser, pues. Y a dejarme ser con ellos. Y a poder expresar mis ideas con gente equis independientemente de su cercanía o de su coeficiente intelectual.
Pero ah...cómo me cuesta. Este diciembre lo intenté y el resultado fue más o menos satisfactorio: haciendo uso de mi protagonismo innato y aceptando el principio de realidad de que, queriéndolo o no queriéndolo visitaría a la familia, la visité de buena gana y me senté con ellos y dirigí la conversación y opiné sobre todo lo que podía opinar y me divertí en el intento. Pero bueno, bien o mal, al final, son familia. Mas eso no se extiende a todos los ámbitos de mi vida, a veces por más que me esfuerzo, por más que quiero abrirme, y que tengo algo brillante que comentar (como usualmente lo tengo, ja!) sólo no puedo, no puedo. Yo misma no siempre conozco las llaves de mis propios candados. O muchos protocolos sociales me son incómodos, como que me da pena hablarle por teléfono a la gente y no puedo actuar con naturalidad cuando alguien que no es de mucha confianza tiene atenciones conmigo como darme ride a alguna parte o invitarme un café. Ja, es francamente patético.
Y eso cuando estoy interesada en abrirme, porque también hay que ver el otro lado, y es que, la neta la neta, soy bien bien amargues cuando quiero, y la gente tonta sigue siendo tonta con o sin mis propósitos de año nuevo, y a veces no puedo ocultar mi rechazo, por ejemplo, hacia los amigos de mi hermano y casos así de terribles. Y es molestérrimo porque aunque no estoy interesada en crear lazos con ellos, en el fondo me caga ser la Grinch de la fiesta, la que se sube a su cuarto no importando quien esté abajo, la que pone una cara de hueva nada disimulada cuando llevan cuarenta minutos hablando de Big Brother, la que se sienta a los veinte segundos de que la sacaron a bailar y la que en general va con bandera de pedante y abre su libro displicentemente cuando en el cuarto contiguo se están alcoholizando.
Y ya, es terrible en general. Ja, me seguiré esforzando. Sobretodo en los casos en los que me interesa. Y es que tengo como amenaza no tan lejana una soledad absurda y desesperada, por lo mismo de que cierro siempre demasiadas puertas, más de las que quiero cerrar, y por lo mismo de que mi salud afectiva pende de muy pocas personas lo que hace fácil que cree dependencias chistosas y se me derrumbe mi mundo cuando personas se ausentan, etcétera.
Pero ah...cómo me cuesta. Este diciembre lo intenté y el resultado fue más o menos satisfactorio: haciendo uso de mi protagonismo innato y aceptando el principio de realidad de que, queriéndolo o no queriéndolo visitaría a la familia, la visité de buena gana y me senté con ellos y dirigí la conversación y opiné sobre todo lo que podía opinar y me divertí en el intento. Pero bueno, bien o mal, al final, son familia. Mas eso no se extiende a todos los ámbitos de mi vida, a veces por más que me esfuerzo, por más que quiero abrirme, y que tengo algo brillante que comentar (como usualmente lo tengo, ja!) sólo no puedo, no puedo. Yo misma no siempre conozco las llaves de mis propios candados. O muchos protocolos sociales me son incómodos, como que me da pena hablarle por teléfono a la gente y no puedo actuar con naturalidad cuando alguien que no es de mucha confianza tiene atenciones conmigo como darme ride a alguna parte o invitarme un café. Ja, es francamente patético.
Y eso cuando estoy interesada en abrirme, porque también hay que ver el otro lado, y es que, la neta la neta, soy bien bien amargues cuando quiero, y la gente tonta sigue siendo tonta con o sin mis propósitos de año nuevo, y a veces no puedo ocultar mi rechazo, por ejemplo, hacia los amigos de mi hermano y casos así de terribles. Y es molestérrimo porque aunque no estoy interesada en crear lazos con ellos, en el fondo me caga ser la Grinch de la fiesta, la que se sube a su cuarto no importando quien esté abajo, la que pone una cara de hueva nada disimulada cuando llevan cuarenta minutos hablando de Big Brother, la que se sienta a los veinte segundos de que la sacaron a bailar y la que en general va con bandera de pedante y abre su libro displicentemente cuando en el cuarto contiguo se están alcoholizando.
Y ya, es terrible en general. Ja, me seguiré esforzando. Sobretodo en los casos en los que me interesa. Y es que tengo como amenaza no tan lejana una soledad absurda y desesperada, por lo mismo de que cierro siempre demasiadas puertas, más de las que quiero cerrar, y por lo mismo de que mi salud afectiva pende de muy pocas personas lo que hace fácil que cree dependencias chistosas y se me derrumbe mi mundo cuando personas se ausentan, etcétera.
1 comentario:
bienvenida Extranjera!
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