O los cajones son muy grandes y al meter algo en ellos no le haces justicia nunca a ese algo, o los cajones son tantos y tan chicos que no alcanzan ni siquiera a recibir un nombre y es imposible encontrar algo a la hora de buscarlo.
Dicho de otra manera: o te resignas a decirle sólo "azul" a todos los azules desde el azul más pálido bebe ibiza hasta el marino casi negro, o pierdes el tiempo jugando al científico y poniéndole apellidos a los azules para explicarles después a todos a qué azul te refieres aunque con eso le des en la madre a la magnífica sensación de color, o te resignas a no decir nunca su nombre y esperar a que milagrosamente los demás lo perciban también y perciban esas sutilezas que el tosco y amplio nombre "azul" no logra captar.
Pero lo duro viene cuando nos damos cuenta que el problema en realidad tiene que ver con ideal o expectativa, es decir, el criterio para llamarle al azul más pálido azul o decirle blanco, es mi voluntad, mi deseo de que sea azul o no lo sea. Es durísimo esto. Porque entonces pareciera que en nuestra vida diaria pasan cosas por azul que apenas y lo son y cosas por no-azul por más azules que sean. Cuando quizás, (esto a manera de hipótesis) todo o muchas cosas tienen destellos de azuleidad y al llamarles azules o no hacerlo, lo único que hacemos es fijar esa azuleidad, o sea, juzgarla como permanente. Como una luz que parpadea y en cada parpadeo cambia de color y tú decides nombrarla de un color u otro según te convenga, aun cuando fácticamente no es de uno sino de muchos.
No sé, quizás es pesimismo, quizás haya azules que merezcan ser llamados azules y puedas confiar en su azuleidad por completo. Lo que sí no sostengo es que sean SÓLO azules y no de otros colores también, de vez en cuando, o cuando menos en la esquina superior derecha. Quizás ahí está el problema.
No sé si me siguieron. Espero compartan mi angustia, je.
Dicho de otra manera: o te resignas a decirle sólo "azul" a todos los azules desde el azul más pálido bebe ibiza hasta el marino casi negro, o pierdes el tiempo jugando al científico y poniéndole apellidos a los azules para explicarles después a todos a qué azul te refieres aunque con eso le des en la madre a la magnífica sensación de color, o te resignas a no decir nunca su nombre y esperar a que milagrosamente los demás lo perciban también y perciban esas sutilezas que el tosco y amplio nombre "azul" no logra captar.
Pero lo duro viene cuando nos damos cuenta que el problema en realidad tiene que ver con ideal o expectativa, es decir, el criterio para llamarle al azul más pálido azul o decirle blanco, es mi voluntad, mi deseo de que sea azul o no lo sea. Es durísimo esto. Porque entonces pareciera que en nuestra vida diaria pasan cosas por azul que apenas y lo son y cosas por no-azul por más azules que sean. Cuando quizás, (esto a manera de hipótesis) todo o muchas cosas tienen destellos de azuleidad y al llamarles azules o no hacerlo, lo único que hacemos es fijar esa azuleidad, o sea, juzgarla como permanente. Como una luz que parpadea y en cada parpadeo cambia de color y tú decides nombrarla de un color u otro según te convenga, aun cuando fácticamente no es de uno sino de muchos.
No sé, quizás es pesimismo, quizás haya azules que merezcan ser llamados azules y puedas confiar en su azuleidad por completo. Lo que sí no sostengo es que sean SÓLO azules y no de otros colores también, de vez en cuando, o cuando menos en la esquina superior derecha. Quizás ahí está el problema.
No sé si me siguieron. Espero compartan mi angustia, je.
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