Vana es la búsqueda de congruencia, mas aún, incongruente es. ¿Por qué? Muy sencillo; porque todo discurso es, a priori, incongruente. Somos seres contradictorios, nuestras emociones lo son, nuestros pensamientos lo son.
Sin embargo, hay contradicciones inocuas que se deslizan entre las letras y la lengua con tanta sutileza que no agravian a nadie, hay contradicciones que viven bien en el refugio de la ceguera de los otros, o todavía mejor, de la propia ceguera. Es la forma más amena de llevarlo: "tomarlo con filosofía", reírse de uno mismo, auto-engañarse.
Mas, en el caso de los obstinados que buscan congruencia, la historia es otra. No sólo porque evidentemente no la encuentran, sino, porque, paradójicamente, lo que hacen es enfatizar la incongruencia, darle materialidad. Ponen en evidencia la fórmula al intentar resolverla: a y no a. Y cuando eso ocurre ya no pueden librarse nunca más de la presencia de ambas y de la conciencia de esa presencia.
Condenados estamos, entonces, a la incongruencia. La elección que nos queda es cómo vivirla: jugando a no vivirla viviéndola mediocremente, o vivirla como Dios manda y vivir el a como si no hubiera no a y el no a como si hubiera a, aunque carezca de total sentido y lleve al mayor caos ever seen.
Your choice.
My choice.
Sin embargo, hay contradicciones inocuas que se deslizan entre las letras y la lengua con tanta sutileza que no agravian a nadie, hay contradicciones que viven bien en el refugio de la ceguera de los otros, o todavía mejor, de la propia ceguera. Es la forma más amena de llevarlo: "tomarlo con filosofía", reírse de uno mismo, auto-engañarse.
Mas, en el caso de los obstinados que buscan congruencia, la historia es otra. No sólo porque evidentemente no la encuentran, sino, porque, paradójicamente, lo que hacen es enfatizar la incongruencia, darle materialidad. Ponen en evidencia la fórmula al intentar resolverla: a y no a. Y cuando eso ocurre ya no pueden librarse nunca más de la presencia de ambas y de la conciencia de esa presencia.
Condenados estamos, entonces, a la incongruencia. La elección que nos queda es cómo vivirla: jugando a no vivirla viviéndola mediocremente, o vivirla como Dios manda y vivir el a como si no hubiera no a y el no a como si hubiera a, aunque carezca de total sentido y lleve al mayor caos ever seen.
Your choice.
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