De pronto todo pareció más claro que nunca. En el coche, en camino a cualquier lugar, jugando a ser la misma de siempre en una inventada identidad, con los pensamientos circulares habituales que me llevaban una y otra vez al mismo sitio de mi partida. De pronto todo pareció evidente, el verde de la carretera y la canción: Ojalá que las hojas no te toquen el cuerpo cuando caigan, para que no las puedas convertir en cristal. Y yo era aquella que convertía en cristal las hojas, en una persistencia casi terca ocultada en la palabra: YO. Una historia, una continuidad artificial, rostros, gestos, memorias, todo congelado, todo convertido en cristal. Ojalá que la tierra no te bese los pasos. Y no sólo los besaba, sino que, más aun, era reducida a ellos. Qué soledad puede haber más infinita que ésta. Ojalá las paredes no retengan tu ruido de camino cansado. Pero el mismo camino cansado era todas mis paredes, toda mi prisión.
Decir "¿Quién soy?" es una pregunta equívoca, pues permite cualquier respuesta, cualquier epíteto ganado en cualquier momento, cualquier deseo, cualquier dolor. La pregunta más cierta es: "¿Dónde soy?" Y el tiempo es espacio e intencionalidad. Sólo se evoca el pasado con una selectividad subjetiva, y el futuro con un deseo particular. ¿Qué es pues lo que me impide renovarme? Nada, el peso de una falsa consistencia de la identidad, la memoria, la cristalización de un mundo creado. Una carga insoportable de todo lo que no he podido dejar ir, de todo lo que no me he perdonado, de todo lo que he guardado para dignificarlo, de todo mi auto-impuesto deber ser. Necesito, por tanto, soltar. Necesito perdonarme. Vivir en paz. Fluir. Sentir que hoy es un nuevo día. Sólo eso. Yo también merezco una segunda oportunidad, un dejar atrás, un respiro nuevo.
Es momento de acabar con mi viejo gobierno de difuntos y flores...
Decir "¿Quién soy?" es una pregunta equívoca, pues permite cualquier respuesta, cualquier epíteto ganado en cualquier momento, cualquier deseo, cualquier dolor. La pregunta más cierta es: "¿Dónde soy?" Y el tiempo es espacio e intencionalidad. Sólo se evoca el pasado con una selectividad subjetiva, y el futuro con un deseo particular. ¿Qué es pues lo que me impide renovarme? Nada, el peso de una falsa consistencia de la identidad, la memoria, la cristalización de un mundo creado. Una carga insoportable de todo lo que no he podido dejar ir, de todo lo que no me he perdonado, de todo lo que he guardado para dignificarlo, de todo mi auto-impuesto deber ser. Necesito, por tanto, soltar. Necesito perdonarme. Vivir en paz. Fluir. Sentir que hoy es un nuevo día. Sólo eso. Yo también merezco una segunda oportunidad, un dejar atrás, un respiro nuevo.
Es momento de acabar con mi viejo gobierno de difuntos y flores...
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